CHILPANCINGO, México (AP) — Un nuevo alcalde fue juramentado el jueves en una ciudad del sur de México donde su antecesor fue asesinado y decapitado menos de una semana después de asumir el cargo.
El nuevo alcalde, Gustavo Alarcón, un doctor, había sido elegido como suplente en la misma boleta que el difunto alcalde Alejandro Arcos en la elección de junio.
Arcos asumió el cargo el 1 de octubre en la ciudad de Chilpancingo, la capital del estado sureño de Guerrero, azotada por la violencia. Pero su cuerpo decapitado fue encontrado en una camioneta el domingo; su cabeza había sido colocada en el techo del vehículo. Dos bandas rivales de narcotraficantes están luchando por controlar la ciudad.
Alarcón tomó posesión del cargo con un mínimo operativo de seguridad de unos cuantos policías el jueves. Se comprometió a “trabajar por el bien de todos” y luchar contra la violencia que ha asolado a Chilpancingo durante años.
Antes de ser asesinado, Arcos había dicho a medios locales que necesitaba más protección, pero las autoridades dijeron que no se había recibido ninguna solicitud formal. Los gobiernos estatales y federales pueden ofrecer a los alcaldes vehículos blindados, guardaespaldas adicionales y sistemas de alerta de emergencia. No estaba claro si a Alarcón se le había otorgado ese tipo de protección.
Chilpancingo, una ciudad de unos 300,000 habitantes, está dominada por dos bandas de narcotraficantes en guerra, los Ardillos y los Tlacos. Una de ellas organizó una manifestación de cientos de personas, secuestró un vehículo blindado gubernamental, bloqueó una carretera principal y tomó rehenes policiales en 2023 para lograr la liberación de sospechosos detenidos.
A principios de esta semana, el Secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch, dijo que cuatro alcaldes de otros pueblos de México pidieron protección el lunes, un día después de que se encontraran los restos de Arcos. Las solicitudes provinieron de Guerrero y otro estado plagado de violencia, Guanajuato.
La situación en Guanajuato es tan mala que, antes de las elecciones de junio del país, al menos cuatro candidatos a la alcaldía fueron asesinados.
Pero la violencia en Guerrero alcanzó niveles tan sin precedentes que a principios de este año, obispos católicos anunciaron que habían ayudado a negociar una tregua en otra parte del estado entre dos cárteles de drogas en guerra.
En ese momento, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador —quien se negó a enfrentar a las bandas— dijo que aprobaba tales pláticas.
“Sacerdotes y pastores y miembros de todas las iglesias han participado, ayudando a pacificar el país. Creo que es muy bueno”, dijo López Obrador, quien dejó el cargo el 30 de septiembre.
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