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“El pasado septiembre, recibí una oferta de Sam Altman, quien quería contratarme para dar voz al sistema actual ChatGPT 4.0. Él me dijo que sentía que al dar voz al sistema, podría cerrar la brecha entre las empresas tecnológicas y los creativos y ayudar a los consumidores a sentirse cómodos con el cambio sísmico respecto a los humanos y la inteligencia artificial. Dijo que sentía que mi voz sería reconfortante para las personas.
Después de mucha consideración y por razones personales, rechacé la oferta. Nueve meses después, mis amigos, familiares y el público en general notaron cuánto sonaba a mí el sistema más nuevo llamado “Sky”.
Cuando escuché la demostración lanzada, me sorprendí, me enojé y no podía creer que el Sr. Altman buscaría una voz que sonara tan siniestramente similar a la mía que mis amigos más cercanos y los medios de comunicación no pudieran notar la diferencia. Incluso insinuó que la similitud fue intencional, tuiteando una sola palabra “her” – una referencia a la película en la que di voz a un sistema de chat, Samantha, que forma una relación íntima con un humano.
Dos días antes de que se lanzara la demo de ChatGPT 4.0, el Sr. Altman contactó a mi agente, pidiéndome que reconsiderara. Antes de que pudiéramos conectar, el sistema ya estaba en línea.
Como resultado de sus acciones, me vi obligado a contratar asesoría legal, que escribió dos cartas al Sr. Altman y a OpenAI, detallando lo que habían hecho y pidiéndoles que describieran el proceso exacto por el cual crearon la voz “Sky”. En consecuencia, OpenAI accedió a regañadientes a retirar la voz “Sky”.
En un momento en el que todos estamos luchando con deepfakes y la protección de nuestra propia semejanza, nuestro propio trabajo, nuestras propias identidades, creo que estas son preguntas que merecen absoluta claridad. Espero una resolución en forma de transparencia y la aprobación de legislación adecuada para ayudar a garantizar que los derechos individuales estén protegidos.”
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