Miles obligados a abandonar sus hogares por el terremoto enfrentan estrés y agotamiento mientras Japón llora al menos 161 muertes.

Thousands of people made homeless overnight are living in weariness and uncertainty on the western coast of Japan a week after a powerful earthquake caused chaos. The rescue effort since the magnitude 7.6 New Year’s Day quake has drawn thousands of troops, firefighters and police picking through collapsed buildings Monday hoping to find survivors.

Fluffy white blanketed a landscape telling the story of the quake — dark crumbled houses, ashen blocks of a city, highways with gaping holes and cracks.

Of the deaths, 70 were in Wajima, 70 in Suzu 11 in Anamizu and the rest in smaller numbers spread among four towns. At least 103 people were still unaccounted for and 1,390 homes were destroyed or seriously damaged. A tsunami of several meters followed the initial major quake, adding to the damage. Aftershocks have continued daily.

Nearly 30,000 people staying in schools, auditoriums and other evacuation centers are worried about infections, as cases of COVID-19 and other sicknesses popped up. In the shelters, people are still sleeping on cold floors. After initial help provided only a piece of bread and a cup of water for each person, a day, the arrival of aid is allowing some facilities to begin serving hot food cooked in huge pots. People were delighted by the temporary bathing facilities set up by soldiers, sitting in the hot water they had missed for days.

Still, exhaustion and stress are wearing people down. Many are in mourning. The main quake struck on New Year’s Day, a time for families to gather in Japan. Some survivors said they were all alone now.

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Mizue Kaba, 79, was lucky she survived, as did her daughter, son-in-law and grandson, who were visiting on New Year’s from Osaka in central Japan. Kaba is sleeping at a school, and no one is sure what might happen when schools open in a week after the New Year’s break. Three stoves had strained to heat the school’s big hall, but the arrival of more heaters has the shelter’s inhabitants hopeful it will warm up.

A warning from Kaba, “It’s so cold.”

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Kageyama reported from Tokyo. She is on X: https://twitter.com/yurikageyama.

**Spanish:**

Miles de personas se quedaron sin hogar de la noche a la mañana y viven desgasto e incertidumbre en la costa oeste de Japón una semana después de que un poderoso terremoto causara al menos 161 muertes y dejara a docenas de desaparecidos.

El esfuerzo de rescate desde el terremoto del 1 de enero de magnitud 7.6 ha movilizado a miles de tropas, bomberos y policías que trabajan en los edificios colapsados en busca de sobrevivientes. Fue un esfuerzo titánico con graves riesgos que se veían acrecentados por la nieve que caía cada vez más fuerte.

Una aldea de la Península de Noto de la prefectura de Ishikawa se vio sitiada con riesgos de deslizamientos de tierra. La nieve complicó la situación durante el fin de semana cuando comenzó a caer cada vez con más fuerza.

La nieve recubrió un paisaje que contaba el relato de las secuelas del sismo: casas derrumbadas, bloques grises por un incendio, carreteras abiertas en canal. De todos esos días, la nevada ayudó al menos a darle un aspecto más sereno y limpio a la ciudad.

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La mayoría de las víctimas, 70, se registraron en Wajima, 70 en Suzu, 11 en Anamizu y el resto a cantidades menores en otras zonas. Hay, por lo menos, 103 personas aún no localizadas.

El tsunami que siguió al sismo ocasionó daños adicionales. Las réplicas continuaron.

Una advertencia para los habitantes de Ishikawa, su trabajo ha comenzado apenas a raíz del terremoto.

Shuji Yoshiura, un pescador, dijo que no ha podido salir al mar porque la plataforma marina se elevó por el sismo. Wajima había destacado por su calle comercial, sus mariscos y sus artesanías tradicionales que atraían a turistas. Mucha de la ciudad quedó destruida en los incendios que se desataron después del sismo del 1 de enero.

Kentaro Mitsumori, quien tiene una tienda de abarrotes, durmió en un automóvil junto al suyo para evitar los saqueos. Su local sigue en pie pero carece de candados, electricidad o agua potable. Todo se vendió en tres días. No obstante, está pensando en cerrar su negocio. “Incluso si logro arreglar el lugar, simplemente no habrá suficientes clientes. No sé cómo puede sobrevivir Wajima”.

Casi 30,000 personas que se resguarden en escuelas, instalaciones de eventos y otros centros de evacuación temen contagios ante el surgimiento de casos de COVID-19 y otras enfermedades. En los refugios, la gente sigue durmiendo en el suelo frío. Ayuda inicial consitió de un trozo de pan y un vaso de agua para cada persona por día, pero la llegada de ayuda ha permitido que algunos centros comiencen a ofrecer comidas calientes preparadas en grandes ollas.

La gente se alegró de contar con algunas instalaciones temporales de baño colocadas por soldados, donde por fin pueden disfrutar del agua caliente que tanto habían extranado.

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A pesar de estas ayudas, la exhaustión y el estrés están pasando factura en la población. Muchos están de luto. El sismo principal ocurrió el Día de Año Nuevo, momento para que las familias japonesas se reúnan. Algunos sobrevivientes dijeron que ahora están completamente solos.

Mizue Kaba, de 79 años, tuvo la suerte de sobrevivir, al igual que su hija, yerno y nieto, quienes habían viajado para visitarla desde Osaka, en el centro de Japón.

Kaba está durmiendo en una escuela, y nadie sabe qué pueda pasar cuando las escuelas abran una semana después del receso de Año Nuevo.

Tres estufas habían comenzado a calentar el gran salón de la escuela, pero la llegada de más calentadores da esperanzas a los habitantes del refugio de que éste se calentará.

“Es tan frío”, dijo Kaba.