Parte de la explicación para esto puede estar en el hecho de que Taleb al-Abdulmohsen obtuvo asilo en Alemania en 2016, un año después de que la ex canciller Angela Merkel abriera las fronteras de su país para permitir la entrada de más de un millón de migrantes del Medio Oriente, y 10 años después de que al-Abdulmohsen se estableciera en Alemania. Viniendo de un país donde el Islam es la única religión permitida para ser practicada en público, al-Abdulmohsen era un ciudadano muy inusual. Se había vuelto en contra del Islam, convirtiéndose en hereje a ojos de muchos. Nacido en la ciudad saudita de oasis de palmeras de Hofuf en 1974, poco se sabe sobre su vida temprana antes de decidir dejar Arabia Saudita y mudarse a Europa a los 32 años. Activo en redes sociales, en su cuenta de Twitter (posteriormente X) se autodenomina a sí mismo como psiquiatra y fundador del movimiento de derechos sauditas, junto con la etiqueta @SaudiExMuslims. Fundó un sitio web destinado a ayudar a las mujeres sauditas a escapar de su país hacia Europa. Los sauditas afirman que era un traficante de personas y se dice que el Ministerio de Interior, a través de la Mabaatheth, tiene un extenso expediente sobre él. Ha habido informes en años recientes de sauditas disidentes bajo vigilancia hostil de agentes gubernamentales sauditas, en Canadá, Estados Unidos y en Alemania. No hay duda de que las autoridades alemanas, tanto federales como estatales, cometieron graves errores de omisión en el caso de al-Abdulmohsen. Sea cual sea la razón por la que no respondieron, como afirman los sauditas, a las repetidas advertencias sobre su extremismo, claramente representaba un peligro para su país anfitrión adoptivo. También está, por separado, la falta de cerrar, o al menos vigilar, la ruta de acceso de emergencia al Magdeburg Alter Markt que le permitió supuestamente conducir su BMW hacia las multitudes. Las autoridades alemanas han defendido el diseño del mercado y han dicho que la investigación sobre el pasado del sospechoso está en curso. Pero un factor complicador aquí es que Arabia Saudita, aunque considerada amiga y aliada de Occidente, tiene un pobre historial de derechos humanos. Hasta junio de 2018, a las mujeres sauditas se les prohibía conducir e incluso aquellas mujeres que públicamente pedían que se levantara esa prohibición antes de entonces han sido perseguidas y encarceladas. El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, aún en sus 30 años, es inmensamente popular en su propio país.