Los Estados Bálticos se separan de la red eléctrica rusa en un movimiento histórico.

Hace más de 30 años de haber recuperado su independencia de la Unión Soviética, Estonia, Letonia y Lituania se han desconectado del sistema energético ruso.

Poco después de las 9 am (0700 GMT) del sábado, los tres países bálticos se desconectaron de la red eléctrica con Rusia, a la cual habían permanecido conectados desde la época soviética.

La desconexión se llevó a cabo sin problemas y no fue notada por los consumidores, según los operadores de red en Estonia, Letonia y Lituania. “Los sistemas son estables y seguros”, dijeron en un comunicado escrito el sábado.

Durante un día, las redes eléctricas de los tres países funcionarán por sí solas en lo que se llama “modo isla” – y luego se integrarán en el sistema europeo a través de Polonia el domingo.

La Primera Ministra de Letonia, Evika Siliņa, habló del proyecto más grande e importante para la independencia energética y la seguridad regional en décadas.

Las importaciones de energía de Rusia se detuvieron hace mucho tiempo

Estonia, Letonia y Lituania dejaron de importar electricidad de Rusia como parte de las consecuencias de la invasión de Ucrania.

Sin embargo, aún formaban parte de una red común y sincronizada con Rusia y Bielorrusia que se remonta a la época soviética. Esto se consideraba un riesgo de seguridad.

Tras el cambio de red, podrán controlar los parámetros básicos del sistema eléctrico ellos mismos, como la frecuencia y el voltaje.

“Rusia ya no podrá utilizar la energía como herramienta de chantaje. Esta es una victoria por la libertad y la unidad europea”, escribió la jefa de política exterior de la UE, Kaja Kallas, el X el viernes.

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Estonia, Letonia y Lituania se vieron obligados a formar parte de la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial hasta que recuperaron su independencia en 1991.

Los países ya habían estado avanzando hacia la desvinculación del sistema ruso, pero recién a principios de 2026.

El ataque de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 aceleró el proyecto, que fue en gran medida financiado por la UE.

Los costos de construcción de la infraestructura necesaria ascendieron a alrededor de €1.6 mil millones ($1.65 mil millones).

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