“Cuando salí para el trabajo el lunes, aún podía pasar por la calle anegada con mi coche. Por la tarde, el ejército estaba rescatando a personas con un camión”, dice Magda Moura, residente de Porto Alegre.
Ese fue el día en que las inundaciones que han devastado partes del sur de Brasil cortaron el edificio en el que vivía.
“Para el miércoles, el agua había alcanzado una altura de 1,7m”, recuerda.
La fisioterapeuta de 45 años es una de las 408.100 personas que han sido desplazadas por las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales en el estado brasileño de Río Grande do Sul.