Como periodista experimentado, me encuentro cubriendo las elecciones parlamentarias en Irán. Estas elecciones, previstas para el próximo viernes, se han convertido en una prueba de legitimidad para los líderes clericales en medio de un descontento generalizado y la ira hacia el gobierno.
Otras elecciones programadas para el mismo día decidirán la membresía de un oscuro cuerpo clerical de 88 miembros llamado la Asamblea de Expertos, que selecciona y asesora al líder supremo del país, quien tiene la última palabra en todos los asuntos estatales clave. Si bien normalmente opera fuera del ámbito público, la asamblea tiene la crucial tarea de elegir al sucesor del actual líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, de 84 años, que ha gobernado Irán durante más de tres décadas.
Los líderes iraníes consideran que la participación en las urnas es una proyección de su fuerza y poder. Sin embargo, es poco probable que haya una votación sólida, dado que estas elecciones se llevan a cabo en medio de una serie de desafíos domésticos y una guerra regional derivada de la invasión de Gaza por parte de Israel, que ha involucrado a la red de milicias proxy de Irán. Analistas señalan que los iraníes han perdido la confianza en las elecciones después de que, repetidamente, votaran por legisladores y presidentes reformistas que prometieron cambios en política exterior y económica, así como mayor respeto a los derechos individuales, cambios que en su mayoría no se materializaron.
Varios políticos prominentes, activistas y la activista encarcelada y premio Nobel de la Paz, Narges Mohammadi, han instado a los iraníes a boicotear las elecciones para demostrar que ya no creen que el cambio sea posible a través del voto. “La República Islámica merece sanciones nacionales y condenas globales”, dijo Mohammadi en una declaración desde su celda publicada en redes sociales.
La principal fuente de la ira de los iraníes hacia el gobierno es su represión violenta de las manifestaciones lideradas por mujeres y niñas en 2022 y 2019 y el encarcelamiento de disidentes, estudiantes y activistas. Esto se suma a las quejas históricas sobre corrupción gubernamental y mala gestión económica que, junto con las políticas extranjeras, nucleares y militares, han obstaculizado los esfuerzos por levantar las sanciones económicas que están afectando las perspectivas de los iraníes de tener una vida digna.
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Originalmente escrito en inglés por un periodista, traducido y adaptado al español.