La sorpresa posterior a las elecciones del domingo comenzó a hacerse sentir con fuerza en Le Parisien, un diario, cuando el titular de la primera plana proclamaba: “Y ahora, ¿qué hacemos?”
El día después de unas elecciones históricas, Francia despertó con unos resultados finales que ninguno de los sondeos había predicho. La coalición de izquierda, el Nuevo Frente Popular, obtuvo la mayoría de los escaños en la Asamblea Nacional, pero no lo suficiente para formar gobierno, seguido por la coalición centrista del presidente Emmanuel Macron, que perdió muchos escaños. Finalmente, en tercer lugar, estaba el partido que tanto los sondeos como los expertos esperaban que liderara: el partido de extrema derecha Agrupación Nacional.
Ahora la pregunta que atenazaba al país era quién gobernaría Francia, y cómo lo haría.
En un país poco propenso a los compromisos políticos y la colaboración, no está claro cómo se podrá formar un gobierno y asumir la importante tarea de aprobar el presupuesto del país y promulgar nuevas leyes.
El lunes por la mañana, se respondió a una pregunta, pero aparentemente solo por el momento. El primer ministro Gabriel Attal, del partido de Macron y antes uno de los favoritos del presidente, presentó su renuncia, pero Macron le pidió que permaneciera por el momento “para garantizar la estabilidad del país”, dijo el Palacio del Elíseo.
Macron ahora tendrá que decidir con quién quiere contar como primer ministro. El desafío será nombrar a alguien capaz de formar un gobierno que los recién elegidos legisladores de izquierda y derecha no derriben con una moción de censura.
El presidente convocó las elecciones anticipadas hace un mes, después de que la extrema derecha euroescéptica arrollara a su partido proeuropeo en las elecciones al Parlamento Europeo. El voto interno, explicaba Macron, ofrecería una “clarificación” para el país. En pocas palabras, pedía a sus compatriotas si realmente podían permitir que la extrema derecha llegara al poder cuando muchos consideran que sus opiniones son peligrosas para la sociedad.
Al final, parecía que muchos no podían imaginar esa situación. Incluidos los partidos de izquierda y algunos de los centristas de Macron, que se unieron para formar una especie de dique contra la Agrupación Nacional retirando a numerosos candidatos en carreras de tres vías.
Sin embargo, el país parecía más confundido que antes, con tres grandes bloques políticos, cada uno con una visión y un plan muy diferentes para el país. El mapa electoral mostraba divisiones duraderas, con París y sus suburbios votando a la izquierda y al centro, y las regiones del extremo norte y sur a lo largo del Mediterráneo votando por la extrema derecha.
Le Parisien resumió así el estado de las cosas, en el epílogo de su editorial: “Cuando la clarificación se sumerge en la neblina más densa”.
El país estaba sumido en “la mayor confusión”, anunció un editorial en el diario conservador Le Figaro. “La Asamblea Nacional de mañana será más ingobernable que la de ayer”.
El editorial prometió a los lectores “trazar un camino en la niebla de esta crisis sin fin”.
“Todo es posible y todo es imaginable”, dijo Jean-Philippe Derosier, profesor de derecho público en la Universidad de Lille, que fue entrevistado extensamente en un programa de radio especial dedicado a las elecciones en France Info por la mañana.
Gran parte del país estaba en estado de shock. Antes de las elecciones, todos los sondeos sugirieron que la extrema derecha estaba lista para ganar la mayoría de los escaños. La pregunta era si ganaría lo suficiente para reunir una mayoría absoluta y hacerse cargo tanto de la oficina del primer ministro como de los nombramientos del gabinete.
“El giro, un espectacular giro”, rezaba el titular de un editorial en La Croix, un diario católico.
Para algunos, los resultados parecían ser un claro rechazo de la ideología antiinmigración de la Agrupación Nacional, aunque el partido y sus aliados obtuvieron importantes avances electorales, asegurando unos 140 escaños, alrededor de 50 más de los que tenía la Agrupación Nacional antes.
La portada del diario económico Les Echos estaba cubierta por una gran fotografía del presidente del partido, Jordan Bardella, con el corto y mordaz titular: “El bofetón”.
La reacción en los mercados financieros fue moderada el lunes por la mañana, con el índice bursátil CAC 40 de Francia estable, aunque había caído casi un 4 por ciento desde que se anunciaron las elecciones el 9 de junio.
Pero los inversores han expresado preocupación de que un Parlamento bloqueado dificulte que una Francia fuertemente endeudada pueda sanar sus finanzas, lo que podría plantear problemas para el gobierno en el futuro.
“Los problemas presupuestarios de Francia no han desaparecido”, dijo Alex Everett, gestor de inversiones en Abrdn, una empresa de inversión con sede en Gran Bretaña. “El intento de Macron de forzar una unidad ha generado aún más discordia”.
El sentido de alivio y alegría en la capital del país, que bloqueó a la extrema derecha, era palpable.
La gente se agolpaba en la perpetua plaza de protesta de la ciudad, la Place de la République. Bailaban, se abrazaban, se felicitaban entre sí. Fuegos artificiales explotaron en el cielo.
“Estoy aliviada”, dijo Charlotte Cosmao, de 33 años, diseñadora de escenografía, que estaba en el borde de la plaza tomando una cerveza de celebración con una amiga. “Estoy feliz”.
En una diferente Place de la République a 140 millas al suroeste de París, en la ciudad de Le Mans, se produjo una celebración más pequeña. La región también bloqueó a la extrema derecha para conseguir escaños. Uno de los candidatos derrotados fue Marie-Caroline Le Pen, hija de Jean-Marie Le Pen, fundador del partido. (Otra hija, Marine Le Pen, es una líder de largo tiempo de la Agrupación Nacional, y ganó su escaño directamente en la primera ronda de las elecciones).
“Es increíble y completamente inesperado”, dijo Damien Fabre, de 36 años, profesor de historia, en la celebración en Le Mans, mientras alguien cercano gritaba que no había fascistas en la región, provocando una ovación. “Cambia todo el futuro político de este país”.
“Abríamos empezado a acostumbrarnos a la idea de tener una mayoría relativa para la Agrupación Nacional”, dijo Fabre, que estuvo involucrado en la campaña de un candidato del partido de extrema izquierda Francia Insumisa. “Ahora se ha abierto un camino para la izquierda: aunque tal vez no pueda implementar su programa, al menos podrá estar en una posición ofensiva y marcar el ritmo”.
Aunque la noche terminó con algunos enfrentamientos en las calles con la policía en algunas partes del país, el voto no dio lugar a un aumento de la violencia que muchos, incluido el ministro del Interior, anticipaban. Unas 30.000 policías se habían desplegado por todo el país, 5.000 en y alrededor de París, donde la extrema derecha es particularmente impopular y donde las autoridades temían que las protestas pudieran volverse violentas si ganaba. Muchos propietarios de tiendas en la ciudad habían tapiado sus escaparates a lo largo de la calle más famosa de la capital, los Campos Elíseos, esperando saqueos y disturbios que no ocurrieron.
Entre los seguidores de la extrema derecha, muchos atraídos por sus promesas de alivio fiscal, menos inmigración y más servicios estatales, había una clara decepción.
“Nos llaman fascistas, pero eso ya no existe”, dijo Claire Marais-Beuil, política recién elegida de la Agrupación Nacional, en su pequeña fiesta de victoria en un café local en Beauvais, en el norte de Francia.
“Estoy preocupada por mi Francia”, agregó. “Se va a volver ingobernable, y todas las cosas que queríamos hacer estarán bloqueadas o serán difíciles”.
También se planteaba la cuestión de si la victoria de la izquierda fue más un rechazo de la extrema derecha que un respaldo a la plataforma de la coalición de izquierda. La coalición recién formada instó a los votantes la semana pasada a ayudarla a formar una barrera, el “dique” o el “frente republicano”, contra la creciente Agrupación Nacional para evitar que llegara al poder. Incluso retiró a 130 de sus candidatos de carreras de tres vías y dio su apoyo a los oponentes para vencer a la Agrupación Nacional.
El editorial del diario de izquierda Libération elogió a la izquierda por derrotar a lo que llamó una derecha xenófoba. El editorial comenzaba así: “¿Gracias a quién? Gracias al Frente Republicano”.
Pero ese voto, decía, obligaba al Nuevo Frente Popular de izquierda a “estar a la altura de la madurez de los votantes”. El editorial pedía a la coalición que fuera humilde, calmara su partidismo y abordara los profundos sentimientos de movilidad descendente de muchos votantes, que alimentan la extrema derecha.
No olviden, les dijo a los líderes de la izquierda, que la “extrema derecha es más poderosa que nunca en nuestro país”.