Uno de los incendios forestales más mortales en décadas arrasó las ciudades costeras de Vina Del Mar y Quilpué en Chile. Fue una tormenta perfecta de condiciones climáticas extremas y fallas en la gestión que dejaron a miles de personas vulnerables. La expansión urbana, impulsada por el desarrollo de viviendas desregulado en las colinas, ha sobrecargado la red de agua más allá de lo que fue diseñado para manejar. Y la magnitud de este incendio forestal expuso esa debilidad. Semanas después, algunos residentes y bomberos cuestionaron si la falta de agua para combatir el incendio forestal de rápido movimiento contribuyó al alto número de muertos. The New York Times habló con bomberos y residentes en las dos ciudades que dicen que algunos hidrantes en ese día crítico tenían poco o ningún presión de agua. Las rutas de escape pronto se convirtieron en cuellos de botella y trampas mortales. Al menos 134 personas murieron en el infierno y aún hay desaparecidos. Rodrigo Mundaca, uno de los defensores más firmes de los derechos al agua en Chile, es actualmente gobernador de la región donde ocurrió el incendio forestal. Chile es uno de los pocos países en el mundo con un sistema de agua privatizado. Esta catástrofe climática ha reabierto un debate de larga data en el país sobre el acceso desigual al agua, que a menudo no llega a las comunidades más pobres y las deja indefensas ante incendios forestales que aumentan en frecuencia y magnitud. En el barrio El Olivar de Vina Del Mar, los residentes que perdieron hogares o seres queridos están exigiendo una mejor protección y, en algunos casos, compensación. “La mayoría de los que murieron en el incendio forestal vivían en asentamientos informales en laderas expuestas, lugares donde las empresas de agua no están obligadas a instalar hidrantes”, dijo Ariel Orellana. El hidrante más cercano a la casa de la madre de Ariel Orellana en Quilpué estaba a casi media milla de distancia. Perdió a su madre, su esposo y a su hermana de 14 años. Esval, que controla los derechos de agua para la región, negó cualquier negligencia y dijo que la presión suministrada a sus hidrantes pudo haber disminuido debido al repentino aumento en la demanda. “Creo que nuestra responsabilidad es nula. Porque estamos seguros de que los hidrantes estaban funcionando. Entiendo la frustración de las personas. Entiendo que esperaban algo diferente. Pero estamos completamente seguros de que lo que hicimos es 10 veces más de lo que la regulación nos pedía. Si los hidrantes funcionan correctamente y estamos seguros de eso, Esval no tiene responsabilidad legal”. Pero Daniel Garín, un voluntario bombero de toda la vida, documentó cómo él y su equipo lucharon por encontrar agua para salvar los hogares de las personas durante lo peor del incendio. Ahora, varios residentes en Quilpué están buscando compensación de Esval por los daños a sus hogares que dicen resultaron de hidrantes sin agua. En marzo, el Congreso de Chile dijo que investigaría el manejo del incendio forestal, incluida la falta de planes de evacuación y la falta de agua en los hidrantes. Y el Ministerio de Obras Públicas del país está investigando quejas específicas de que Esval no proporcionó agua adecuada para combatir el incendio forestal.