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Aiko Ohno se sumerge en las aguas frescas del Parque Nacional de Ise-Shima en Japón, escaneando el lecho marino rocoso en busca de erizos y caracoles turbanos. A tres metros de profundidad, nada con facilidad sin un tanque de oxígeno, usando solo sus gafas, aletas, un cinturón de peso y un sukari, una red de malla que está unida a un aro flotante.
“Simplemente amo el mar y estar en el agua”, dice después de emerger.
Ohno es una buceadora ama, o “mujer del mar” como se les conoce en Japón. Durante siglos, estas pescadoras tradicionales han vivido de las riquezas de las aguas de la región de Ise-Shima, recolectando mariscos para vender en el mercado.
“Coexistimos con la naturaleza, sin capturar demasiado y siendo conscientes de protegerla. Es una tradición que se ha transmitido durante miles de años”, dice Ohno, quien se mudó aquí hace nueve años desde Tokio para ser buceadora ama.
Hoy, el Océano Pacífico está un poco agitado, los restos de un tifón fuera de temporada, así que Ohno y su equipo de buceadores libres no permanecen mucho tiempo en el agua. Pero no necesitan hacerlo, dentro de 10 minutos sus redes comienzan a llenarse.
La edad no es una barrera aquí. A los 46 años, Ohno es una de las más jóvenes de su grupo, la más anciana que bucea hoy tiene 74 años.