Es mediados de mayo, acabamos de completar las carreras de elecciones locales y municipales y el Primer Ministro, todo parece indicar que va para una elección en cualquier momento a partir de octubre en adelante.
Y sin embargo, en una mañana lluviosa de jueves, me encontré en un tren rumbo a Essex para un mitin de campaña laborista que no esperaba del todo.
Cuando llegué al enorme hangar, cerca de la estación de Purfleet, y entré en un salón con pancartas de promesas, carteles, activistas laboristas, todo el gabinete en la sombra y un Sir Keir Starmer sin corbata con las mangas arremangadas, supe que el Partido Laborista – probablemente totalmente harto de que el Primer Ministro los mantenga esperando (es solo decisión de Rishi Sunak la fecha de la elección) – había decidido lanzar su campaña electoral.
Y eso es lo que hizo Starmer, con una tarjeta de promesa de “primeros pasos” de seis puntos haciendo promesas concretas a los votantes que son lo suficientemente vagas, o tienen una ambición lo suficientemente baja, para que él pueda cumplirlas.
Le dije que estaba rebajando sus misiones para el gobierno – ya sea tener toda la electricidad generada por renovables para 2030 o tener la economía de más rápido crecimiento en el G7 para el final de la década – por temor al fracaso.
Me dijo que sus promesas de “misión” siguen en pie y que su plan de seis puntos es un “anticipo” de lo que hará un gobierno laborista si es elegido en esos primeros 100 días.
En Electroral Disfunción esta semana hablamos sobre el lanzamiento de la larga campaña electoral, ya sea con Starmer y su reluciente mitin en Essex, o Rishi Sunak con su discurso bastante más soso en una oficina sin aire del think tank Policy Exchange en el centro de Londres (para ser justos, eso fue un entorno preparatorio).
La campaña corta es el período entre la disolución del Parlamento y la fecha de la elección general, donde tenemos unas pocas semanas de pura campaña.