Egipto teme que el fervor revolucionario de Siria pueda ser contagioso.

Pronto después de que los rebeldes islamistas derrocaran al presidente autoritario de Siria, Bashar al-Assad, apareció un hashtag en las redes sociales egipcias: “Es tu turno, dictador”. El mensaje para el presidente Abdel Fattah el-Sisi de Egipto era claro. Pero apenas necesitaba la advertencia. Desde el derrocamiento del dictador sirio el 8 de diciembre, los líderes egipcios han observado los eventos en la capital siria, Damasco, con vigilancia, sabiendo que el fuego revolucionario tiende a propagarse. Ambos países han tenido una historia turbulenta desde las revueltas de la Primavera Árabe que comenzaron a finales de 2010 y se extendieron por todo Oriente Medio. La revuelta siria culminó casi 14 años después con la caída del Sr. al-Assad. La revolución egipcia derrocó al presidente autoritario de mucho tiempo del país, Hosni Mubarak, y vio a un partido político islamista llegar al poder en las primeras elecciones libres del país. Mr. el-Sisi tomó el poder dos años después en un golpe militar, y él y otros líderes con ideas afines en el Golfo Pérsico y más allá continúan desconfiando de los grupos islamistas que ganan poder en la región, como acabamos de ver en Siria. Días después de que al-Assad huyera de Siria a Rusia, las fuerzas de seguridad egipcias arrestaron al menos a 30 refugiados sirios que vivían en El Cairo y celebraban espontáneamente su caída, según la Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales, un grupo de derechos.

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