Como periodista con experiencia, puedo afirmar que la designación de David Cameron como secretario de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña por parte del primer ministro Rishi Sunak es una decisión contraintuitiva y sorprendente para un político que ha tratado de definirse a sí mismo como agente de cambio.
Pocos personajes políticos británicos están más vinculados al Brexit que el señor Cameron, quien convocó el referéndum de 2016, hizo campaña en contra de abandonar la Unión Europea y luego dimitió como primer ministro cuando los británicos votaron ligeramente a favor de la salida.
El señor Cameron también está estrechamente vinculado a las políticas de austeridad del Partido Conservador, que implementó después de convertirse en primer ministro en 2010. Esas políticas han sido culpadas por dejar a Gran Bretaña con un legado de servicios públicos agotados, con problemas en el Servicio Nacional de Salud a menudo citados, obstaculizando los intentos de Mr. Sunak de revitalizar su gobierno.
La victoria del señor Cameron en 2010, formando un gobierno de coalición con los centristas Liberales Demócratas, inauguró la actual era de gobierno conservador. Sin embargo, lejos de celebrar ese legado, en ocasiones Mr. Sunak ha parecido estar corriendo en oposición a él. “No tengan dudas, es hora de un cambio, y nosotros somos ese cambio”, dijo a su partido en su conferencia anual el mes pasado.
No está claro cómo la contratación de un ex primer ministro encaja en esa definición. Pero el nombramiento de Mr. Cameron cumple otro propósito: con James Cleverly, el respetado secretario de Relaciones Exteriores, trasladado al cargo de Suella Braverman en el Ministerio del Interior, el primer ministro necesitaba otra figura experimentada para dirigir el Ministerio de Relaciones Exteriores en un momento de guerra en Ucrania y en Gaza.
Sin embargo, el regreso del señor Cameron podría volver a poner en el foco otro episodio incómodo: su cabildeo en nombre de Greensill Capital, una empresa financiera que colapsó en 2021.
Mr. Cameron había enviado mensajes de texto a Mr. Sunak, quien en ese momento era canciller del Exchequer, instándolo a aprobar préstamos a Greensill, una empresa de financiamiento de la cadena de suministro. Mr. Sunak no actuó sobre las solicitudes, pero planteó preguntas sobre el acceso de la empresa a altos cargos políticos.
Las acciones de Mr. Cameron no infringieron ninguna ley, pero agregaron otra mancha a un legado ya problemático. También provocaron un debate sobre los negocios de los ex primeros ministros, que no cuentan con el mismo colchón financiero que los presidentes estadounidenses retirados.