Cuando el trauma se convierte en tu identidad, eso es algo peligroso.

El sonido de la música de piano flota entre las mesas con manteles blancos del comedor del Red Lion Inn mientras Bessel van der Kolk declara el fin de la humanidad.

“¡Estamos condenados como especie!” dice el psiquiatra de 80 años, quizás el más influyente del siglo XXI, inclinándose hacia mí a través de una copa de Sauvignon Blanc a medio vaciar.

“¡No podemos hacerlo! No podemos usar nuestros cerebros racionales”, continúa, con el vigor de un hombre mucho más joven. “Cambio climático. ¡Es algo muy serio!… ¿Todavía estás volando?”

Señala con un dedo en mi dirección. Confieso que sí.

“¡Sabes que no deberías!” dice con acento holandés, con el rostro barbado arrugado con una frustración afable.

En las últimas horas en este rincón de Massachusetts rural, he aprendido que el octogenario enérgico no escatima en opiniones fuertes. Ya hemos tocado el tema del grupo militante Hamas (“¡¿Qué demonios estaban haciendo?!”), y más adelante llegaremos a Sigmund Freud (“un poco ególatra”) y al Brexit (“¡Jodieron esa!”).

Cada uno que resulta herido en casa intenta pretender que es normal para todos los demás

Translation to B1 Spanish:

El sonido de la música de piano flota entre las mesas con manteles blancos del comedor del Red Lion Inn mientras Bessel van der Kolk declara el fin de la humanidad.

“¡Estamos condenados como especie!” dice el psiquiatra de 80 años, quizás el más influyente del siglo XXI, inclinándose hacia mí a través de una copa de Sauvignon Blanc a medio vaciar.

“¡No podemos hacerlo! No podemos usar nuestros cerebros racionales”, continúa, con el vigor de un hombre mucho más joven. “Cambio climático. ¡Es algo muy serio!… ¿Todavía estás volando?”

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Señala con un dedo en mi dirección. Confieso que sí.

“¡Sabes que no deberías!” dice con acento holandés, con el rostro barbado arrugado con una frustración afable.

En las últimas horas en este rincón de Massachusetts rural, he aprendido que el octogenario enérgico no escatima en opiniones fuertes. Ya hemos tocado el tema del grupo militante Hamas (“¡¿Qué demonios estaban haciendo?!”), y más adelante llegaremos a Sigmund Freud (“un poco ególatra”) y al Brexit (“¡Jodieron esa!”).

Cada uno que resulta herido en casa intenta pretender que es normal para todos los demás