Con el caso de genocidio contra Israel, Sudáfrica desafía el orden liderado por Occidente.

Tras el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre, la ministra de Relaciones Exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, habló por teléfono con el líder político de Hamas, Ismail Haniyeh, y más tarde tuvo que explicar que las conversaciones se centraban en proporcionar ayuda humanitaria a Gaza.

El caso de Sudáfrica contra Israel podría generar una reacción adversa a nivel mundial y en el país. Funcionarios de EE. UU. han apoyado a Israel, calificando el caso de infundado. Y algunos integrantes de la pequeña pero expresiva comunidad de judíos sudafricanos, un grupo que desempeñó un papel clave en la lucha contra el apartheid, han criticado a su gobierno por el caso de genocidio.

Dando voz a esas críticas, Zev Krengel, presidente de la Junta de Diputados Judíos de Sudáfrica, lo llamó “una traición masiva”.

El Sr. Krengel acusó al gobierno sudafricano, liderado por el A.N.C., de hipocresía, diciendo que no había perseguido casos contra otros países que habían cometido atrocidades. Cuando el ex presidente de Sudán, Omar Hassan al-Bashir, llegó a Sudáfrica para una cumbre en 2015, las autoridades sudafricanas se negaron a arrestarlo a pesar de que era buscado por cargos de genocidio y crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional.

“Nunca hemos visto al gobierno del A.N.C. más emocionado que tratando de demostrar que el Estado judío está cometiendo genocidio”, dijo el Sr. Krengel.

Ronald Lamola, ministro de Justicia de Sudáfrica, dijo que el caso no era un ataque contra los judíos, sino que se trataba de salvar urgentemente vidas palestinas. Según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 23.000 personas han muerto en ataques israelíes en Gaza desde el 7 de octubre, sin distinguir entre civiles y combatientes. Los ataques de Israel se produjeron después de que Hamas liderara una incursión que mató a 1.200 personas, según funcionarios israelíes.

LEAR  Pequeñas embarcaciones comercializadas por contrabandistas del Canal en la ciudad alemana de Essen.

“No podemos esperar dos o tres años, cuando toda la población haya sido aniquilada, para decir: ‘Lamentamos, deberíamos haberlo detenido'”, dijo el Sr. Lamola en una entrevista.