A dos semanas de las elecciones que se espera lo catapulten a 10 Downing Street, el líder del Partido Laborista de Gran Bretaña, Keir Starmer, está caminando con cuidado en la campaña electoral, el último practicante de la estrategia del ” jarrón Ming”.
En verdad, el Sr. Starmer ha estado cargando el jarrón mucho más tiempo que esta campaña de seis semanas. Ha cuidado la ventaja de dos dígitos de su partido durante más de 18 meses, reposicionando metódicamente al Laborismo como una alternativa creíble de centro-izquierda a los divididos, erráticos, a veces extremistas Conservadores.
Es la culminación de un proyecto extraordinario de cuatro años, en el que el Sr. Starmer, de 61 años, depuró a su antecesor de izquierda, Jeremy Corbyn, y sus seguidores leales; se ocupó del antisemitismo que había contaminado las filas del partido; y acercó sus políticas económicas y de seguridad nacional más al centro.
“Cuando se convirtió en líder en 2020, se ocupó de eliminar todos los aspectos negativos que impidieron que la gente votara por el Laborismo en 2019”, dijo Steven Fielding, profesor emérito de historia política en la Universidad de Nottingham. Como resultado, “Ha logrado expandir el grupo de votantes”.