Berlín rinde homenaje a los primeros colonos, cuyos huesos compartieron sus secretos.

Debajo de un estacionamiento en el centro de Berlín, un equipo de arqueólogos descubrió esqueletos humanos antiguos de casi 4,000 muertos olvidados de un antiguo cementerio de iglesia pavimentado por un antiguo régimen comunista.

Esto fue hace casi dos décadas. En ese tiempo, los científicos sacaron información de los huesos —algunos más antiguos de 1160— y entre los dientes antiguos. Hicieron descubrimientos sorprendentes, incluido que la ciudad estaba habitada casi un siglo antes de lo creído.

Pero los huesos guardan solo tantos secretos. Con mucha de la investigación sobre estos primeros berlinenses completada, los restos de 100 bebés, niños y adultos medievales y de la edad moderna han sido devueltos al corazón de la ciudad. Reposarán en un museo, Petri Berlín, en el mismo lugar donde habían sido desvergonzosamente pavimentados.

De este modo, un sábado el mes pasado, en un acto de arrepentimiento y reverencia ideado por la arqueóloga líder del proyecto, un carruaje tirado por caballos y 100 habitantes de Berlín actuales llevaron los ataúdes de los primeros colonos por las calles de la ciudad en un gran funeral.

“Pensé, hemos encontrado las tumbas de casi 4,000 personas, y quería mostrar cuánta vida es eso”, dijo Claudia M. Melisch, la arqueóloga líder que supervisó la excavación del antiguo cementerio de la iglesia de San Pedro, donde los cuerpos habían sido enterrados, mucho antes de que la iglesia fuera derribada en 1964. “Es un gesto de nosotros reconociendo su existencia.”

El cortejo fúnebre comenzó en la cripta del siglo XVII debajo de la Iglesia Parroquial, una iglesia diferente en el vecindario Mitte de Berlín. Allí, dispuestos en filas ordenadas en los corredores arqueados y sombríos debajo de la iglesia había 30 ataúdes de madera miniatura. Cada uno contenía los restos de un bebé. Otros 70 cajas más pequeñas sostenían huesos de adultos, cada uno corona-do con un lirio de cala y ramos de flores silvestres.

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Los voluntarios actuaron como portadores. Algunos eran de la comunidad arqueológica y otros eran berlinenses que habían seguido el proyecto en noticias. Uno por uno, descendieron a la cripta para recoger los ataúdes, todos los cuales contenían cartas que la Sra. Melisch había escrito con los detalles biográficos que los científicos habían extraído de los huesos de cada ocupante.