Argentinos con problemas de dinero esperan en fila para escaneos de retina.

Los argentinos que buscan un impulso financiero se están formando en filas de miles para escanear sus iris a cambio de algunos tokens de criptomonedas como parte de un proyecto de biometría en línea bajo escrutinio en varios países.

Hasta el momento, unas tres millones de personas en todo el mundo han proporcionado sus datos de iris a Worldcoin, una iniciativa del director de OpenAI, Sam Altman, pero pocos han adoptado el proyecto con más fervor que los argentinos.

Medio millón de personas en la nación sudamericana han participado desde el lanzamiento de Worldcoin el pasado julio, y las filas para los escaneos se han vuelto más largas en los últimos meses debido al rápido encogimiento del ingreso disponible.

“Lo hice porque no tengo dinero, no por otra razón”, dijo a AFP Juan Sosa, un maestro de artes marciales de 64 años, después de mirar fijamente durante unos segundos hacia una esfera plateada de escaneo de iris, de aproximadamente el tamaño de una bola de bolos, en una de las 250 ubicaciones de Worldcoin en Argentina.

El proyecto busca utilizar estos detalles de iris, únicos para cada persona en la Tierra, para desarrollar un sistema de identificación digital, una especie de pasaporte que garantizará que el titular es un ser humano real y no un bot, asegurando así las transacciones en línea.

Los voluntarios no proporcionan ninguna otra información, como su nombre, dirección o número de teléfono.

Los datos personales del iris están encriptados y, según Worldcoin, seguros.

Sin embargo, Kenia, España y Portugal han ordenado detener la recolección de datos biométricos en sus territorios, pendientes de investigaciones por parte de numerosos países sobre posibles preocupaciones de privacidad.

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La propia Agencia de Acceso a la Información Pública de Argentina ha dicho que está verificando las “medidas de seguridad” de Worldcoin con el objetivo de “proteger la privacidad de los usuarios”.

Aún no ha emitido un fallo y no ha suspendido la recolección de datos.

“Hay personas pasando por momentos muy difíciles, donde un salario no es suficiente. Por eso hacen estas cosas”, dijo Miriam Marrero, una cajera de supermercado de 42 años, después de ser escaneada en Buenos Aires.

“A veces, para tener un techo sobre tu cabeza, necesitas hacer otras cosas para poder costearlo. De lo contrario, en la Argentina de hoy, no puedes costearte un techo.”

Por ofrecer sus datos, los participantes iniciales reciben 10 tokens de la criptomoneda propia de Worldcoin, la WLD.

En Argentina, con su tasa de cambio notoriamente inestable, el valor difiere enormemente; cuando Sosa y Marrero recibieron los suyos, 10 tokens valían el equivalente a alrededor de $80.

– ‘Por necesidad’ –

Natalia Zuazo, especialista en políticas tecnológicas y directora de la consultora digital Salto Agencia, dijo a AFP que Worldcoin atrae a la mayoría de los voluntarios en “países en crisis… los países más pobres, porque las personas son más propensas a entrar en este tipo de transacciones.”

Hoy en día, Argentina lucha contra una inflación anual de más del 200 por ciento en un momento en que el presidente autodenominado “anarcocapitalista”, Javier Milei, ha reducido los subsidios al transporte y la energía, y los asalariados han perdido una quinta parte de su poder adquisitivo.

Según las propias palabras de Worldcoin, busca convertirse en “la red financiera e identidad humana de privacidad más grande del mundo”, brindando “acceso universal a la economía global sin importar su país o antecedentes”.

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La empresa insiste en que nunca ha vendido ni venderá datos personales.

Pero la iniciativa ha sonado las alarmas, con los reguladores de todo el mundo preocupados por la recolección, almacenamiento y uso de información personal.

Según Zuazo, los datos biométricos específicos de una persona, como los detalles del iris, son “ultra sensibles” y teóricamente podrían utilizarse con fines de identificación nefastos.

“No creo que la gente no entienda las implicaciones”, dijo. “Simplemente lo hacen por necesidad.”

El estudiante Ulises Herrera, de 20 años, dijo que nunca se habría sometido a un escaneo sin el incentivo económico.

“El iris es algo que no se puede cambiar y no sé quién tiene esos datos. Eso es lo que me asusta”, dijo a AFP.

Otros están más relajados al respecto.

“Durante años he dado mis datos personales a muchas empresas diferentes, al menos esta me dará dinero”, dijo Federico Mastronardi, un músico de 33 años.

Marrero, la cajera, añadió: “No tengo miedo de que hagan otra versión de mí, siempre y cuando hagan una mejor!”

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