Los estados bálticos han decidido dividir el proyecto en dos fases. El primero, que costará €15bn, tendrá una sola en lugar de doble vía para 2030 y se enfocará en las paradas de tren más importantes.
El segundo camino y estaciones de tren adicionales se completarán como parte de una segunda fase sin fecha de finalización específica aún.
Los costos crecientes han llevado a los estados a reducir algunas de sus ambiciones.
“Podemos reducir aún más el alcance de la fase uno, por ejemplo, conectando el aeropuerto de Riga en una etapa posterior”, dijo Andris Kulbergs, quien preside un comité parlamentario letón que investiga el proyecto.
Como aún no se han asegurado miles de millones de euros para la primera fase, eso podría ser necesario.
El auditor nacional de Estonia, Janar Holm, cree que es probable que haya varios años más de retraso: “Tenemos que encontrar los fondos para construir este ferrocarril ahora o será aún más caro.
El ministro de infraestructura del país, Vladimir Svet, insistió en que “estamos disminuyendo el presupuesto lo más posible, hemos racionalizado el proceso de contratación pública y, si es necesario, tomaremos un préstamo.”
“Si queremos preservar nuestra cultura y sentirnos seguros acerca de nuestra libertad, no hay otra manera que estar en una UE, Nato y comunidad internacional fuertes que apoyen el derecho internacional”, agregó.
Para los tres estados bálticos que se liberaron de la Unión Soviética para unirse a la UE y la OTAN, Rail Baltica podría servir como un salvavidas, si logra mantenerse en el buen camino.