Multitud de gazatíes se aglomera en la carretera hacia el norte, alegres pero ansiosos.

Para marcar el momento, algunas personas repartieron dulces. Algunos mostraron señales de victoria a los fotógrafos que pasaban. Un grupo de niños pequeños lideró un cántico de celebración. “Derecha o izquierda, el norte es mejor”, cantaban. “¡Al norte vamos!”

Había tanta gente tratando de salir que se hacía difícil caminar por el centro de la ciudad de Deir al Balah, un centro para los gazatíes desplazados. Familia tras familia desmontaba tiendas de campaña y empacaba pertenencias en bolsas de plástico. Algunas personas cargaban tanques de gas en sus espaldas. Un hombre colocó ruedas en una caja de plástico, convirtiéndola en un cochecito improvisado para su bebé.

Mientras caminaban, imaginaban la alegría de reunirse con familiares que habían ignorado las órdenes de evacuación israelíes y se habían quedado al norte al comienzo de la guerra.

“Lo primero que haré es abrazar a mi madre en su refugio”, dijo Anwar Abu Hindi, de 41 años, ama de casa que se dirigía al norte con varios hijos. “Nuestras emociones están por todos lados.”

Pero en medio de la euforia, hubo algunas notas de precaución y frustración. Para empezar, las personas que se dirigían al norte en coche, por la autopista interior, se encontraron con largas colas de tráfico; los contratistas de seguridad privada estaban revisando los vehículos con rumbo al norte, ralentizando los coches a paso de tortuga.

Y muchos temían lo que les esperaba al llegar. El norte de Gaza se ha convertido en una tierra devastada, tras intensos ataques aéreos israelíes y la demolición de decenas de edificios por parte del ejército, muchos de los cuales habían sido preparados con trampas y explosivos por Hamás. En los últimos meses, los intensos combates entre Israel y Hamás, que continuaron hasta el inicio del alto el fuego este mes, causaron daños especialmente generalizados al norte de la ciudad de Gaza.

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Muchos de los que regresaron el lunes no sabían si sus casas seguían en pie.

“Gracias a Dios sobrevivimos a esta guerra”, dijo Shorouq al-Qur, de 27 años, graduada en derecho que regresaba a la ciudad de Gaza. Pero, dijo, “no importa dónde encontremos refugio, ya sea aquí o allá, sigue siendo una vida en tiendas de campaña, rodeados de destrucción y tristeza.”