Pero apoyar la anexión de Cisjordania sería un tema mucho más grande y espinoso para Trump. Probablemente alienaría al otro aliado clave de Washington, Arabia Saudita, complicando las posibilidades de Trump de lograr un acuerdo regional más amplio. También podría alienar a algunos republicanos moderados en el Congreso de los Estados Unidos, preocupados por el impacto en los palestinos de Cisjordania y su futuro bajo el dominio israelí. La líder de los colonos, Sondra Baras, me dijo que los palestinos de Cisjordania que no quisieran vivir en Israel podían “ir a donde quisieran”. Desafiada sobre por qué deberían abandonar su tierra natal, dijo: “No los estoy echando, pero las cosas cambian. ¿Cuántas guerras han iniciado? Y perdieron”. “Si la soberanía avanzara, habría mucho gritos y llantos, absolutamente”, continuó. “Pero en algún momento, creas un hecho irreversible”. Poco después de la victoria electoral de Trump en noviembre pasado, el ministro de Finanzas de extrema derecha de Israel, Bezalel Smotrich, llamó públicamente a anexar los asentamientos israelíes en Cisjordania. “2025 debe ser el año de la soberanía en Judea y Samaria”, dijo.
