Hong Kong: Una década de protestas es ahora un recuerdo desafiante.

Los recuerdos comenzaron a llegar a la mente de Jaime mientras paseaba por el Parque Victoria de Hong Kong, una vez un punto focal de la resistencia de la ciudad hacia China. De niño, Jaime solía comprar carteles de caligrafía de políticos pro democracia en la feria anual de Año Nuevo Lunar. Luego estaban las marchas de protesta a las que se unía de adolescente, que siempre comenzaban aquí antes de recorrer la ciudad. Cuando solo tenía 12 años, empezó a asistir a las enormes vigilias en el parque por la masacre de Tiananmen, un tabú en China continental, pero conmemorado abiertamente en Hong Kong. Esas vigilias han terminado ahora. Los puestos de los políticos en la feria han desaparecido, las protestas han sido silenciadas y los activistas pro democracia encarcelados. Jaime siente que su despertar político –y el de Hong Kong– está siendo borrado. “La gente sigue con su vida… pero se puede sentir el cambio poco a poco”, dijo el ex activista, quien no quiso revelar su verdadero nombre cuando habló con nosotros. “La personalidad de nuestra ciudad se está desvaneciendo.” A simple vista, Hong Kong parece ser la misma, sus tranvías repletos todavía rumbo a las bulliciosas calles, su caos vibrante iluminado por neones sigue igual. Pero si miras más de cerca, hay señales de que la ciudad ha cambiado: desde los rascacielos que se iluminan cada noche con alabanzas a China, la madre patria, hasta la charla del mandarín continental escuchándose cada vez más junto al cantonés nativo de Hong Kong. Es imposible saber cuántos de los más de siete millones de habitantes de Hong Kong reciben con agrado el control de Beijing. Pero cientos de miles participaron en protestas en la última década desde que estalló un movimiento pro democracia en 2014. No todos lo apoyaron, pero pocos argumentarían que Beijing no lo reprimió. A medida que una década turbulenta llega a su fin, las esperanzas de una Hong Kong más libre se han marchitado. China dice que ha estabilizado una ciudad volátil. Cientos han sido encarcelados bajo una amplia ley de seguridad nacional (LSN), que también llevó a miles de hongkoneses desencantados y cautelosos al extranjero, incluidos activistas que temían o huían del arresto. Otros, como Jaime, han decidido quedarse y mantener un perfil bajo. Pero en muchos de ellos vive el recuerdo de un Hong Kong más libre –un lugar por el que luchan recordar desafiando la transformación de su ciudad por parte de Beijing.

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