El jefe de Valencia, Carlos Mazón, admite errores en las inundaciones pero desafía llamados a renunciar.

Residentes cansados caminan por las calles mientras las excavadoras intentan recoger el lío líquido. El ejército todavía está remolcando los coches destrozados que fueron arrojados alrededor en las aguas de la inundación.

En la calle Florida, la gente está ocupada tratando de arreglar puertas rotas y limpiar el barro.

“Va a llevar meses antes de que todo vuelva a la normalidad”, dijo el padre de dos hijos, José Sánchez Maigallon, cuyo vecino de 43 años fue arrastrado por la corriente. “Todo el mundo ha metido la pata, desde el alcalde local hasta el presidente regional hasta el gobierno en Madrid.”

Muchos aquí se quejan de la lenta respuesta de las autoridades para ayudar a los sobrevivientes.

“Si no fuera por los voluntarios, habríamos muerto de hambre”, añadió Maigallon. “Ellos son los que nos traen comida. Y esperanza.”

Finalmente, Carlos Mazón trató de explicar por qué no había ido al Centro de Coordinación Operativa hasta las 19:00 de la tarde de la inundación, cuando la ministra del interior regional, Salomé Pradas, ya estaba allí.

Pradas misma ha admitido que no estaba al tanto del sistema de mensajes de texto de alerta ES-Alert que estaba disponible para avisar a la población local de los riesgos de inundación.

Poco después de las 20:00 del 29 de octubre se envió un primer mensaje advirtiendo del inminente riesgo de que se rompiera una presa.

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