El fraude del vino ha existido desde que se inventó el vino. Hasta hace unos años, en Francia, estaba en un nivel bastante manejable: algunos expertos dedicados falsificaban etiquetas y sellos de cera para hacer pasar un vino básico como algo más sofisticado. Pero en la última década, las cosas han cambiado. Los precios alcanzados por los mejores grand crus en el mercado mundial son ahora tan altos – miles de libras por botella – que se ha vuelto rentable llevar a cabo el fraude de una manera mucho más organizada. El centro de este tipo de fraude se dice que está en Italia. Eso se debe a que tienen el conocimiento del vino allí: artesanos que entienden el etiquetado y las botellas antiguas y los corchos; y también un mundo criminal que está dispuesto a invertir. Hoy en día, me dijo un subastador de vino, la falsificación de botellas y etiquetas antiguas es tan hábil que incluso las viñas mismas a menudo no pueden detectar un fake. Y con algunos compradores que luego guardan el vino durante años, es posible que nunca descubran que es una falsificación. Con compradores internacionales, especialmente en China, dispuestos a gastar £20,000 o más en una botella de calidad, la tentación criminal de crear la botella perfecta – y luego llenarla con basura – es para algunos demasiado grande para resistir.
