Los reclutas son principalmente ciudadanos rusos que esperan que ayudar a Ucrania a derrotar a Vladimir Putin sea un primer paso hacia poner fin a su régimen en el Kremlin. Sus números no están claros, ni su efectividad como fuerza de combate. Han afirmado algunos éxitos, incluyendo una incursión transfronteriza en Rusia a principios de este año en el momento de la reelección de Putin. Pero para Dadin, la experiencia no fue exactamente como había esperado. Sintió que algunas de las misiones en las que su unidad fue enviada eran “sin sentido” en cualquier sentido militar. Describió una batalla en la que quedó atrapado durante ocho horas por fuego ruso en un cráter de bomba, con un dron tratando de lanzarle una granada, mientras un compañero soldado voluntario moría desangrado. Y al igual que muchos soldados ucranianos, estaba exhausto, luchando sin apenas días libres y cojeando por una herida en la cadera. Me preguntaba si se iría, pero Dadin dejó claro que su conciencia no le permitiría quedarse “al margen”. No mientras los ucranianos estuvieran siendo asesinados, como él lo expresó, “por criminales rusos”. “Intenté detener a Rusia, pero ¿lo logré? No,” se reprochaba a sí mismo en una de nuestras últimas conversaciones. “Y miles de personas han muerto porque no hice lo suficiente.” Aquellos que lo enviaron a luchar, no están de acuerdo. “Ildar era fuerte, valiente, principista y honesto,” escribió el Consejo Cívico. “Así es como deberíamos recordarlo.”
