Objetos de Nuestra Vida | Archivo de Steve Jobs

Steve termina su discurso y sin pausa comienza a responder preguntas. Aparte de las demostraciones de productos programadas, siempre prefirió la dinámica de preguntas y respuestas a las declaraciones preparadas, y esta charla no es una excepción. Sus comentarios formales en la libreta azul duraron unos 20 minutos, pero la sesión de preguntas durará casi el doble. Ha desarrollado una buena relación con la audiencia, y sus preguntas abarcan una amplia gama de temas: redes, privacidad, diseño gráfico, contratación y reclutamiento, y reconocimiento de voz.

El mayor aplauso llega cuando Steve describe “Los Niños no Pueden Esperar”, el programa de Apple para poner una computadora en cada escuela de California. Esta audiencia de personas que nunca han usado computadoras ahora quieren que sus hijos tengan acceso a ellas.

En respuesta a una pregunta sobre herramientas basadas en computadora para diseño gráfico, expone una ambición central mucho más grande, que se convertirá en un tema de toda la vida. “Estamos resolviendo los problemas de introducir algo de artes liberales en estas computadoras”, dice. Las computadoras deben incluir múltiples fuentes y gráficos porque son hermosos en sí mismos, pero también porque sirven como puerta de entrada a mucho más. Una interfaz atractiva y fácil de entender ayudará a atraer a las personas hacia la computadora, haciendo posible que descubran nuevas ideas y transmitan las suyas de nuevas formas y con nuevas herramientas.

Quizás el momento más revelador en la sesión de preguntas y respuestas llega cuando se le pregunta a Steve sobre la baja tasa de rotación de empleados en Apple. Comienza a responder hablando sobre la amplia distribución de opciones sobre acciones, luego cambia para describir lo que realmente fundamenta el compromiso de las personas con su trabajo. “Sentimos que por alguna razón loca estamos en el lugar correcto en el momento correcto para devolver algo”, dice, haciendo una pausa para recoger sus pensamientos. “La mayorí­a de nosotros no hemos fabricado la ropa que llevamos, y no cocinamos o cultivamos la comida que comemos, y estamos hablando un idioma que fue desarrollado por otra gente; usamos matemáticas que fueron desarrolladas por otras personas.” Él está enfatizando cada palabra. “Constantemente estamos tomando, y la capacidad de devolver algo a ese conjunto de experiencias humanas es extremadamente genial.” Este deseo de “devolver algo” impulsaría su trabajo a lo largo de su vida.

Las preguntas podrí an continuar, pero Steve mira hacia el escenario y pregunta: “¿No sé cuánto tiempo tenemos?” Mientras la multitud se pone de pie en una ovación de pie, Steve coge su abrigo del suelo, le da un sacudid, y se apresura por el pasillo y fuera de la carpa. Más tarde un periódico informará, “Se sintió una corriente subterránea la mayor parte del día miércoles y parte del jueves sobre si Jobs era bueno o malo—visionario o estafador,” pero Steve no tiene tiempo para tales debates. Ha venido a Aspen para hablar, pero también para aprender. Maya Lin, la estudiante de 23 años arquitecta del nuevo y controvertido Monumento Conmemorativo de Veteranos de Vietnam, está hablando cerca. Quiere escucharla hablar.

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