Una peregrinación épica a través de tres grandes religiones.




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CIUDAD DE NUEVA YORK

LA PAZ, BOLIVIA

ENE. 28 – FEB. 3

MILLAS VOLADAS: 8,199

NAJAF, IRAQ

25-30 JULIO

MILLAS VOLADAS: 14,718

ULAANBAATAR, MONGOLIA

18-26 DE MAYO

MILLAS VOLADAS: 18,768

Pase detrás de escena para conocer la peregrinación de Aatish Taseer, incluyendo las docenas de libros que leyó antes de su viaje.

EN LA PAZ, Bolivia, una tarde a principios de año, me senté en un ático de un apartamento con vistas a un anfiteatro andino de montañas escabrosas. Estaba en casa de Eduardo Quintela Gonzales, un musicólogo de 40 años, mientras me contaba cómo su difunto padre solía llevarlo en peregrinaciones a la Basílica de Nuestra Señora de Copacabana. Caminarían durante tres días desde su hogar en La Paz, el asiento gubernamental boliviano, hasta el pueblo de peregrinos de Copacabana, en el borde del Lago Titicaca, a 95 millas al noroeste. “Caminar solo por la noche cambia la perspectiva de las cosas”, dijo Quintela. “Cuando sales, piensas que vas a hablar con las personas con las que estás. Pero después del primer día, descubres que no tienes nada que decir. Eres tú y tu voluntad de llegar a tu destino.”

La idea de un destino sagrado, alcanzado a través de la penitencia y la dificultad, que reconfigura la vista de la realidad, es una característica de la peregrinación en todas partes, pero el regreso de Quintela a Copacabana más tarde esa semana para la Fiesta de la Virgen el 2 de febrero fue respaldado por un dolor especial: su padre, el hombre qe había hecho el viaje a Copacabana 15 veces en su vida, había muerto el año anterior después de un brote de Covid-19, seguido de un diagnóstico de cáncer cerebral, una operación y luego seis meses en coma. “Recé a la Virgen porque él me lo pidió, pero murió de todos modos”, dijo Quintela, vestido con una sudadera negra y jeans, mientras estábamos sentados en sillas plegables en una habitación adornada con instrumentos de cuerda y máscaras.

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Estaba siguiendo a Copacabana, también. Quintela y su banda tenían previsto tocar en la misa de la mañana de la fiesta. Sería su primer viaje de regreso desde que su padre había muerto, y estaba decidido a honrarlo en el lugar de su devoción más profunda. Me encontraba en una peregrinación a mi manera. Desde mi hogar en Nueva York, Bolivia sería mi primera parada en lo que había imaginado como tres viajes a través de tres grandes religiones, repartidos en un año: fiesta en lo alto de los Andes, donde el ritual y la creencia prehispánicos sustentaban el catolicismo; una primavera de peregrinación a través de Mongolia budista y chamánica; y por último, un tiempo de duelo en Iraq chiita.

El concepto de viaje sagrado, en el que el sacrificio y la dificultad reconfiguran la percepción de la realidad, es común a las peregrinaciones religiosas en todo el mundo.