Después del Terremoto: La Lucha de una Familia Turca

Finalmente, 106 días después de que las ambulancias llevaran a toda prisa a sus cuerpos maltratados al hospital, a la pareja se les permitió abandonar el establecimiento.

Ibrahim Karapirli regresaba cojeando a casa desde la terapia física con muletas para proteger su pierna dolorida. Su esposa, Pinar, lidiaba con sus gemelos, sin seguro de cómo cuidarlos con su único brazo restante.

Y es que la pareja aún lloraba la pérdida de sus dos hijos, que murieron en un poderoso terremoto que colapsó su edificio de seis pisos en el sur de Turquía antes del amanecer en febrero del año pasado.

Ibrahim y Pinar apilaron una docena de bolsas de plástico con sus pertenencias sobre una silla de ruedas, se despidieron de las enfermeras y se dirigieron a su automóvil.

“Dios, por favor, no permitas que volvamos a terminar aquí”, dijo Pinar.

Ibrahim condujo, a pesar de una aparatoso cinturón de plástico en su pierna derecha. Estaba ansioso por volver a trabajar y encontrar un hogar seguro para su familia, si era posible sentirse seguros en alguna parte. Mientras circulaban, una canción pop turca lamentando un amor perdido sonó en el estéreo.

“Día tras día, tengo que olvidarte”, cantó el artista. “¿Crees que nuestras lágrimas se acabaron?”

Para Ibrahim, de 47 años, Pinar, de 35, y sus gemelos de 2 años y medio, Elcin y Eray, el año desde el terremoto de febrero del pasado año ha sido una dolorosa lucha por reconstruir una nueva vida, paso a paso, trauma por trauma.

El terremoto de magnitud 7,8, seguido por un segundo temblor violento horas después, fue el más extenso y mortal en la región en cientos de años. Sorprendió a la gente mientras dormía, matando a más de 53,000 en Turquía e hiriendo a muchos más, derribando tantos edificios que algunas áreas apenas han comenzado a recuperarse.

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El gobierno turco ha promovido los esfuerzos de recuperación, centrándose en la ayuda entregada y en los nuevos edificios que se erigen en la zona de terremotos. Pero para los Karapirlis, que viven en Gaziantep, esa ayuda no ha abordado sus necesidades más apremiantes.

Han trabajado para reparar y aprender a usar nuevamente sus cuerpos. Han luchado por encontrar un hogar en el que no teman que los mate la próxima vez que la tierra tiemble.