La estación de autobuses en Agadez, una remota ciudad de edificios bajos de ladrillos de barro de la nación africana de Níger, vuelve a estar llena de actividad. Cada semana, miles de migrantes del oeste y centro de África parten hacia el Sahara en caravanas de camionetas desde esta ciudad hasta Europa. Tradicionalmente, esta puerta de salida estuvo cerrada, al menos oficialmente. El gobierno del país, que es proeuropeo, prohibió la migración desde Agadez, a cambio, la Unión Europea vertió cientos de millones de dólares en las arcas de Níger y en la economía local.
Sin embargo, la Unión Europea suspendió su apoyo financiero al gobierno después de que generales en Níger se apoderaran del poder en un golpe militar el verano pasado. En respuesta, los generales rompieron el acuerdo de migración con la Unión Europea en noviembre. Ahora la migración es legal nuevamente, lo que ha brindado nuevas oportunidades a muchos, aunque ha causado alarma entre los funcionarios europeos que temen un aumento en el número de personas intentando emigrar al norte.
Las autoridades de Níger estiman que la ruta terrestre a través del paso de Agadez es menos costosa y peligrosa que la ruta oceánica, a pesar de las restricciones de la ley de migración. El retorno a la legalidad de la migración ha generado nuevas oportunidades: jóvenes compran camionetas nuevas para transportar migrantes, y empresarios que antes arreglaban alojamiento y transporte para ellos, han salido de la cárcel.
Las cifras oficiales de la Unión Europea indican que desde 2016, más de cuatro millones de migrantes han transitado por Agadez.
El Sahara ha devorado innumerables migrantes, al igual que el Mediterráneo, pero ni las leyes, ni los testimonios de atrocidades disuaden a los migrantes. Las historias de esperanza y sufrimiento se entremezclan en Agadez, donde los migrantes que buscan llegar al norte cruzan caminos con los que regresan a casa y donde recorren un camino lleno de peligros y desafíos.